El mundo de las religiones, marzo-abril de 2006 —
¿Podemos reírnos de las religiones? En Le Monde des Religions, donde nos planteamos constantemente esta pregunta, respondemos que sí, cien veces sí. Las creencias y los comportamientos religiosos no están exentos de humor, ni de risas ni de caricaturas críticas, por lo que desde el principio, sin dudarlo, decidimos introducir viñetas humorísticas en esta revista. Existen salvaguardias para contener los excesos más graves: leyes que condenan el racismo y el antisemitismo, incitación al odio, difamación de personas. ¿Es, entonces, apropiado publicar algo que no esté sujeto a la ley? No lo creo.
Siempre nos hemos negado a publicar caricaturas estúpidas y desagradables, que no transmiten ningún mensaje que invite a la reflexión, sino que solo buscan herir o distorsionar gratuitamente una creencia religiosa, o que confunden a todos los creyentes de una religión, por ejemplo, mediante la figura de su fundador o su símbolo emblemático. Hemos publicado caricaturas denunciando a sacerdotes pedófilos, pero no caricaturas que muestren a Jesús como un depredador pedófilo. El mensaje habría sido: todos los cristianos son pedófilos en potencia. De igual manera, hemos caricaturizado a imanes y rabinos fanáticos, pero jamás publicaremos una caricatura que muestre a Mahoma como un terrorista o a Moisés como el asesino de niños palestinos. Nos negamos a insinuar que todos los musulmanes son terroristas o que todos los judíos son asesinos de inocentes.
Yo añadiría que un editor de periódico no puede ignorar los problemas contemporáneos. Su responsabilidad moral y política va más allá del marco legal democrático. Ser responsable no se trata simplemente de respetar la ley. Se trata también de demostrar comprensión y conciencia política. Publicar caricaturas islamófobas en el contexto actual es avivar innecesariamente las tensiones y echar leña al fuego de extremistas de todo tipo. Ciertamente, las represalias violentas son inaceptables. Además, pintan una imagen mucho más caricaturesca del islam que cualquiera de las caricaturas ofensivas, y muchos musulmanes se sienten consternados por ello. Ciertamente, ya no podemos aceptar acatar las normas de una cultura que prohíbe cualquier crítica a la religión. Ciertamente, no podemos olvidar ni tolerar la violencia de las caricaturas antisemitas que se publican casi a diario en la mayoría de los países árabes. Pero todas estas razones no deben servir de excusa para adoptar una actitud provocadora, agresiva o despectiva: eso sería ignorar los valores humanistas, ya sean religiosos o laicos, que son los cimientos de la civilización a la que orgullosamente afirmamos pertenecer. ¿Y si la verdadera división no fuese, contrariamente a lo que se nos quiere hacer creer, entre Occidente y el mundo musulmán, sino entre quienes, en cada uno de esos dos mundos, desean la confrontación y avivan las llamas o, por el contrario, quienes, sin negar ni minimizar las diferencias culturales, intentan establecer un diálogo crítico y respetuoso, es decir, constructivo y responsable?
El mundo de las religiones, marzo-abril de 2006.