MDR58_p001El Mundo de la Religión N° 58 – Marzo/Abril 2013 –

Puede resultar extraño para algunos de nuestros lectores que, tras el acalorado debate parlamentario en Francia sobre el matrimonio igualitario, dediquemos gran parte de este número a la perspectiva de las religiones sobre la homosexualidad. Por supuesto, en la segunda parte del número abordamos los elementos esenciales de este debate, que también aborda la cuestión de la filiación, con los puntos de vista contradictorios del Gran Rabino de Francia, Gilles Bernheim; los filósofos Olivier Abel y Thibaud Collin; la psicoanalista y etnóloga Geneviève Delaisi de Parseval; y la socióloga Danièle Hervieu-Léger. Sin embargo, me parece que hasta ahora se ha pasado por alto una pregunta importante: ¿qué piensan las religiones sobre la homosexualidad y cómo han tratado a los homosexuales durante siglos? Esta pregunta ha sido eludida por la mayoría de los líderes religiosos, quienes han situado el debate en el terreno de la antropología y el psicoanálisis, y no en el de la teología o el derecho religioso. Las razones de esto se comprenden mejor al observar con más detenimiento la forma en que la homosexualidad es violentamente criticada por la mayoría de los textos sagrados y cómo aún se trata a los homosexuales en muchas partes del mundo en nombre de la religión. Si bien la homosexualidad era ampliamente tolerada en la antigüedad, se presenta como una grave perversión en las Escrituras judías, cristianas y musulmanas. «Si un hombre se acuesta con un hombre como con una mujer, lo que hacen es una abominación; serán condenados a muerte, y su sangre será sobre ellos», está escrito en el Levítico (Levítico 20:13). La Mishná no dirá nada más y los Padres de la Iglesia no tendrán palabras lo suficientemente duras para esta práctica que «insulta a Dios», según la expresión de Tomás de Aquino, ya que viola, a su juicio, el orden natural deseado por el Todopoderoso. Bajo los reinados de los emperadores cristianos Teodosio o Justiniano, los homosexuales eran castigados con la muerte, pues se les sospechaba de pactar con el diablo y se les consideraba responsables de desastres naturales o epidemias. El Corán, en una treintena de versículos, condena este acto "antinatural" e "indignante", y la sharia aún condena a los hombres homosexuales a castigos que varían según el país, desde la cárcel hasta la horca, incluyendo cien azotes. Las religiones asiáticas suelen ser más tolerantes con la homosexualidad, pero esta es condenada por el Vinaya, el código monástico de las comunidades budistas, y ciertas ramas del hinduismo. Si bien las posturas de las instituciones judías y cristianas se han suavizado considerablemente en las últimas décadas, lo cierto es que la homosexualidad sigue considerándose un delito en un centenar de países y sigue siendo una de las principales causas de suicidio entre los jóvenes (en Francia, uno de cada tres homosexuales menores de 20 años ha intentado suicidarse debido al rechazo social). Es esta discriminación violenta, llevada a cabo durante milenios por argumentos religiosos, la que también queríamos recordar.

Persiste el debate, complejo y esencial, no solo sobre el matrimonio, sino aún más sobre la familia (ya que no se debate la cuestión de la igualdad de derechos civiles entre parejas homosexuales y heterosexuales, sino la de la filiación y cuestiones bioéticas). Este debate trasciende las demandas de las parejas homosexuales, ya que abarca la adopción, la reproducción asistida y la gestación subrogada, que pueden afectar igualmente a las parejas heterosexuales. El gobierno tuvo la prudencia de posponerlo hasta otoño al solicitar la opinión del Comité Nacional de Ética. Porque se trata de cuestiones cruciales que no pueden evitarse ni resolverse con argumentos tan simplistas como «esto está alterando nuestras sociedades» —de hecho, ya lo están— o, por el contrario, «este es el curso inevitable del mundo»: cualquier cambio debe evaluarse en función de lo que beneficia a los seres humanos y a la sociedad.

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