El Mundo de las Religiones N° 39, enero-febrero de 2010 —

Casi cuatro siglos después de la condena de Galileo, el debate público sobre ciencia y religión aún parece polarizado por dos extremos. Por un lado, el delirio creacionista, que pretende negar ciertos logros ineludibles de la ciencia, en nombre de una lectura fundamentalista de la Biblia. Por otro, la cobertura mediática de las obras de ciertos científicos, como Richard Dawkins ( El fin de Dios , Robert Laffont, 2008), que buscan demostrar la inexistencia de Dios con argumentos científicos. Sin embargo, estas posturas son bastante marginales en ambos bandos. En Occidente, una gran mayoría de creyentes acepta la legitimidad de la ciencia y la mayoría de los científicos afirman que la ciencia nunca podrá demostrar la existencia o inexistencia de Dios. Básicamente, y tomando prestada una expresión del propio Galileo, se acepta que ciencia y religión responden a dos preguntas de orden radicalmente diferente, que no pueden entrar en conflicto: «La intención del Espíritu Santo es enseñarnos cómo debemos ir al cielo, y no cómo es el cielo». En el siglo XVIII, Kant recordó la distinción entre fe y razón, y la imposibilidad de que la razón pura respondiera a la cuestión de la existencia de Dios. Nacido en la segunda mitad del siglo XIX, el cientificismo se convirtió, sin embargo, en una verdadera "religión de la razón", anunciando repetidamente la muerte de Dios gracias a los triunfos de la ciencia. Richard Dawkins es uno de sus últimos avatares. El creacionismo también nació en la segunda mitad del siglo XIX, como reacción a la teoría darwiniana de la evolución. Su versión bíblica fundamentalista fue sucedida por una versión mucho más moderada, que admite la teoría de la evolución, pero pretende demostrar la existencia de Dios a través de la ciencia mediante la teoría del diseño . Una tesis más audible, pero que recae en la confusión entre los enfoques científicos y religiosos.

Si aceptamos esta distinción de conocimiento, que me parece un logro fundamental del pensamiento filosófico, ¿debemos afirmar que no existe diálogo posible entre ciencia y religión? Y, más ampliamente, ¿entre una visión científica y una concepción espiritual del hombre y del mundo?

El dossier de este número da voz a científicos de renombre internacional que abogan por dicho diálogo. De hecho, no son tanto las personas religiosas como los científicos quienes abogan cada vez más por un nuevo diálogo entre ciencia y espiritualidad. Esto se debe en gran medida a la evolución de la propia ciencia durante el último siglo. Comenzando con el estudio de lo infinitamente pequeño (mundo subatómico), las teorías de la mecánica cuántica han demostrado que la realidad material es mucho más compleja, profunda y misteriosa de lo que podría imaginarse según los modelos de la física clásica heredados de Newton. En el otro extremo, el de lo infinitamente grande, los descubrimientos astrofísicos sobre el origen del universo, y en particular la teoría del Big Bang, han barrido con las teorías de un universo eterno y estático, en las que muchos científicos se basaban para afirmar la imposibilidad de un principio creativo. En menor medida, la investigación sobre la evolución de la vida y la consciencia tiende hoy a relativizar las visiones cientificistas de "el azar lo explica todo" y "el hombre neuronal". En la primera parte de este dossier, los científicos comparten tanto los hechos —lo que ha cambiado en la ciencia durante el último siglo— como sus propias opiniones filosóficas: por qué la ciencia y la espiritualidad pueden dialogar fructíferamente respetando sus respectivos métodos. Yendo aún más lejos, otros investigadores, incluidos dos premios Nobel, ofrecen su propio testimonio como científicos y creyentes, y explican las razones por las que creen que la ciencia y la religión, lejos de oponerse, tienden a converger. La tercera parte del dossier da la palabra a los filósofos: ¿qué opinan de este nuevo paradigma científico y del discurso de estos investigadores que abogan por un nuevo diálogo, o incluso una convergencia, entre ciencia y espiritualidad? ¿Cuáles son las perspectivas y los límites metodológicos de dicho diálogo? Más allá de polémicas estériles y emocionales, o, por el contrario, de acercamientos superficiales, aquí se plantean preguntas y debates que me parecen esenciales para una mejor comprensión del mundo y de nosotros mismos.

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