Revista Psicologías, junio de 2002 —

“¡No tengan miedo!” Este mandato se repite 365 veces en la Biblia. En el Antiguo Testamento, Dios habla así a sus profetas para tranquilizarlos contra el terror que sienten al acercarse al Creador. Este llamado a superar el miedo recorre todo el Evangelio en un sentido más amplio y se centra más en el miedo al otro. Ya no escuchen la voz del miedo, sino la del amor, dice Cristo en esencia. Comparte, incluso si temes perder algo; da a quienes te piden, incluso si temes que te molesten de nuevo; acoge al extraño, incluso si te asusta; sal de tu encierro en ti mismo y abre tu corazón de par en par. Jesús presenta el amor como lo opuesto y el antídoto del miedo, que gobierna espontáneamente el corazón humano, que solo será juzgado por el amor.

Este es el significado completo del mensaje evangélico, resumido en la famosa escena del Juicio Final: «Venid a mí, benditos de mi Padre; porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me acogisteis; estuve desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; preso, y vinisteis a mí» (Mateo 25,35). Desde el siglo XVIII y la Ilustración, este mensaje se ha secularizado, inspirando el discurso de los derechos humanos y convirtiéndose en la esencia misma de los valores del socialismo.

¡No tengan miedo! ¡Entren en la esperanza! Cuando escuché, la noche de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, al líder del Frente Nacional aludir a las palabras de Cristo, repetidas por Juan Pablo II al comienzo de su pontificado, sentí escalofríos. Porque si el socialismo se imbuye de valores evangélicos olvidando la fuente, aquí citamos la fuente dando la espalda a los valores. "¡No tengan miedo!", en boca del Sr. Le Pen, se convierte en lo contrario del Evangelio. ¡No tiemblen más ante la amenaza inmigrante! Si somos elegidos, expulsaremos de Francia a los árabes y a los extranjeros desposeídos como Juana de Arco expulsó a los ingleses. ¡Reinstauraremos la pena de muerte y pondremos un guardián del orden en cada esquina! Como han enfatizado varios obispos, nada se opone más al programa del Frente Nacional que el mensaje evangélico.

Cristo se opone firmemente a la noción de "preferencia nacional". Escandalizando a sus discípulos, quienes, en nombre del privilegio de la nación israelita, no permiten que la buena nueva de la salvación se anuncie a las naciones paganas, Jesús proclama una religión universal, donde ya no hay discriminación entre los hombres, donde todos, independientemente de su país o raza, están llamados a la misma salvación. Tras la muerte de Cristo, Pablo aún tendrá que luchar para imponer esta visión frente al escepticismo de los apóstoles: "Ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús" (Gálatas 3:28). El Sr. Le Pen tiene derecho a pensar y decir lo que quiera, pero debería dejar de referirse a los Evangelios, que condenan inequívocamente su mensaje.

Junio de 2002